miércoles, 2 de julio de 2014

Recordando al patrono


Hijo de un almacenero federal rosista, fusilado, colgado en una horca y exhibido al pueblo tras la derrota de Rosas, Leandro conoció la pobreza absoluta junto a su familia. Pero no impidió ello que, gracias al gran esfuerzo de su madre, Leandro Alén, luego rebautizado Leandro N. Alem, pudiera realizar los estudios secundarios e ir a la Universidad.
Nacido el 11 de marzo de 1842, ya en su juventud decidió entregarse por completo a las causas que consideraba justas, lo que no evitó que siguiera un camino poco lineal. Con apenas 17 años, participó en los ejércitos urquicistas para derrotar a los díscolos bonaerenses, contra quienes guardaba rencor por el asesinato de su padre. Dos años más tarde, sin embargo, se unió a las filas de Mitre, para luchar contra Urquiza, y poco después también participaría de la Guerra del Paraguay, siendo herido en Curupaytí.
Pero cuando no tomaba las armas, Alem, junto a su inseparable sobrino, Hipólito Yrigoyen, diez años menor que él, se abocaba de lleno a la actividad política, ahora en las filas del autonomismo alsinista. Por entonces, escribía numerosas poesías y avanzaba en la carrera de Derecho. 
A los 27 años, finalmente recibido de abogado, logró ser incluido en las listas de diputados nacionales del autonomismo. Fracasó en dos oportunidades, pero alcanzó a ingresar a la legislatura provincial en 1872. En sus discursos no cejaba en llamar a la defensa del sufragio universal.
La figura de Alem no dejaba de crecer, por su oratoria y el ímpetu con que defendía las causas que creía justas: participa del sofocamiento del alzamiento mitrista, se enemista con Alsina, forma el Partido Republicano con Aristóbulo del Valle, es electo diputado nacional y rechaza la cesión de Buenos Aires al dominio nacional.  
La intransigencia, el rechazo a los acuerdos de cúpula y el principismo se convierten en su marca registrada, cuando hacia 1890, el régimen del Partido Autonomista Nacional se vuelve fraudulento y da vueltas las espaldas a la ciudadanía. Entonces, forma junto a Mitre, un viejo conocido, la Unión Cívica.  
Pero en verdad, Alem no creía en la legitimidad de los comicios que se desarrollaban entonces y por ello mismo no consideraba que la Unión Cívica debiera tener fines electorales. Por ello mismo, encabezó en julio de 1890 la Revolución del Parque. La derrota y los acuerdos del conservador Mitre con el gobierno nacional, lo llevaron a fundar un nuevo espacio: la Unión Cívica Radical.
Con la UCR convertida en un partido de oposición al régimen, levantisco, en defensa de los principios cívicos, Alem accedió nuevamente a la cámara de Diputados. No fueron pocos los legisladores que lograron ingresar. Sin embargo, la derrota en la Capital fue dura; y sumada a los conflictos internos y a las diferencias cada vez más grandes con su sobrino Hipólito, llevaron a un cansado, enfermo y deprimido Alem a tomar una trágica decisión: el 1º de julio de 1896 se quitó la vida de un tiro. Para la historia quedaba su insigne “Qué se rompa, pero que no se doble”
(Biografía realizada por Alejandro Jasinski en El historiador)

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